Diez trucos para reducir la sal sin que la comida no sepa a nada
- Los españoles comemos el doble de sal de lo recomendado por la OMS
La sal y el gusto parecen ir siempre de la mano. Cuando una comida está sosa, inmediatamente nos viene a la mente agarrar el salero para dar sabor. El problema, como todos sabemos, es que la sal es un potenciador de sabor cuyo abuso conlleva una serie de peligros muy delicados: problemas de hipertensión y riesgo de enfermedades del corazón o de accidentes cerebrales.
Si bien el sodio en su justa medida es necesario para nuestro organismo, el exceso continuado no nos va a hacer ningún bien. Entre los objetivos de la Organización Mundial de la Salud reducir el consumo diario de sodio –hasta 2 g/día como máximo– es una prioridad. Superar esa cantidad, que simplemente equivale a una cucharadita, pone en riesgo nuestra salud. Y en España, de media, consumimos el doble.
Pasarse con la sal puede producir problemas de hipertensión y aumentar las probabilidades de sufrir enfermedades del corazón y de accidentes cerebrales”
Pero el salero no es nuestro único enemigo. Aunque no lo creamos, el 75% de la sal que consumimos está en los alimentos procesados y preparados. “Realmente ese es el principal problema con el que nos encontramos. Cuando preparamos a la plancha un filete de ternera o de atún podemos controlar qué cantidad de sal echarle, pero cuando comemos un alimento precocinado la sal viene determinada por el fabricante. Productos como las pizzas, las croquetas, los san jacobos, los embutidos o el pan congelado son los que deberíamos evitar”, explica Pablo A. López Cáceres, dietista-nutricionista de ND Salud.
Calcular y registrar la cantidad de sodio que consumimos es tarea casi imposible. Cortar de raíz con la sal nos provocaría un choque demasiado grande y tampoco sería la solución adecuada. Pero sí hay maneras de controlarla modificando algunos hábitos: por eso, te presentamos diez trucos y alternativas para que reduzcas el consumo de sal sin que el gusto se resienta.
Consejos
- Hazlo gradualmente: si el gusto es el principal motivo por el que nos cuesta reducir la ingesta de sodio, entonces necesitamos educar al gusto. Si la sal se reduce paulatinamente mientras introducimos nuevos potenciadores de sabor como laurel, orégano, zumo de lima o de limón, cebolla y ajo, la transición será casi imperceptible.
- Fija unos límites: a veces consumimos productos hipersalados cuando solo necesitamos algo ligeramente salado. Con alternativas más saludables –por ejemplo en los cereales– no echaremos de menos la sal que buscamos y reduciremos la cantidad de sodio.
- Deja las salsas a un lado: los condimentos y salsas que añadimos a nuestros platos -Especialmente cuando comemos fuera de casa- se mezclan a menudo con el alimento. Colocarlos a un lado permite calcular mejor su consumo tomando lo justo sin prescindir de ese sabor.
- La mostaza, mejor que el ketchup: no podemos considerar que todos los condimentos son iguales. El ketchup, la salsa barbacoa, la salsa de soja y los aderezos para ensaladas están llenos de sodio. La mostaza, los aceites aromatizados y los zumos cítricos, en cambio, suelen ser opciones naturalmente más saludables. Sin embargo, en esta cuestión hay grandes diferencias entre las marcas y siempre podemos encontrar mejores y peores opciones para cualquier producto. Comprobar la etiqueta antes de comprar puede ahorrarnos disgustos.
- Aprende a sustituir los encurtidos: los pepinos o pepinillos en salmuera de bote son adictivos para quienes gustan de ellos, pero tienen un gran inconveniente: están llenos de sal. Prepararlos de forma casera controlando las cantidades o colmar las ganas de disfrutar de su sabor consumiéndolos frescos son alternativas eficaces para, al menos, probar de vez en cuando.
- Pregunta en los restaurantes: salvo que lo indique claramente o así lo pidamos, la mayoría de los alimentos de los restaurantes se cocinan con sal. En este caso debemos diferenciar entre aquellos restaurantes y locales de comida rápida. Es posible que en los dos el consumo de sal sea más alto que el habitual, pero en los primeros siempre podremos especificar nuestras preferencias.
- Compra mantequilla sin sal: la mantequilla normal contiene una cantidad de sodio que se adecúa a la recomendada en cada comida. Pero si utilizas la mantequilla en un plato al que también añades sal, es aconsejable prescindir de una de ellas para reducir cantidades extra de sodio adicional innecesarias para nuestro organismo.
- Conviértete en un lector de etiquetas: el sodio puede estar donde menos te lo esperas –como en el helado o en otros envasados–. Apenas tardamos unos segundos en leer y saber qué estamos comprando, y rápidamente te familiarizarás con opciones más saludables.
- Prueba los frutos secos sin sal: cacahuetes, almendras, nueces... son aperitivos deliciosos, pero se comercializan habitualmente bañadas en sal. Comprarlas sin sal y añadir posteriormente, si queremos, un poquito por nuestra cuenta, es una opción mucho más sana.
- Evita el pan envasado: la sal es necesaria para que el pan añada fuerza a la masa, pero las variedades envasadas pueden tener más de 100 mg. de sodio por rebanada. Comprar en la panadería de tu barrio escuchando los consejos del panadero para comprobar cuánta sal están usando es mucho más seguro.
Fuente: http://ow.ly/Wn9I30hBBSR